domingo, 30 de mayo de 2010

Dejarnos-

Pensamos en tener las cosas claras, y dejarlas así, de una vez por todas.

La lluvia rompía hermosamente contra el piso, se destruía y deshacía para luego volver arriba en algún momento de su existencia, siempre cíclica e inmortal, como era costumbre, se perdía en pensamientos absolutamente vacíos y no lograba concentrarse y poner lo que había que poner para mirarla a los ojos.
Sentados los dos en una mesita del café, junto a la lluviosa ventana se miraban a los ojos y hablaban de cosas que no tenían ni importancia ni sentido, esquivando lo que les ardía en el pecho.
Él ya estaba inquieto, pero no podía sacar las palabras de su boca, le era casi imposible, tenía miedo a perder lo que tanto le costó conseguir.
Ella esperaba silenciosamente que el develara sus intenciones que él, con esa timidez sofocante y esa mirada perdida, le diga cuanto menos, que la quería, porque ella sabía, ella, lo intuía.
Charlando boludeces y los cafés enfriándose, las medialunas en los bordes, las cucharitas sucias, la mesa tan tétrica, las risas tan cansadas ya, los pies bajo la mesa tratando esquivarse, las miradas ya sin conexión.
Ella se cansó y fingió un mensaje, la lluvia había parado un poco, ella con su remerita suelta, su jean precioso, sus zapatillas gastadas marrón, su mirada decepcionada.
Lo miró y le dijo “Sabés que te quiero, y sé que me querés, pero no nos podemos querer ahora, no. Cuando quieras progresar, cuando lo que sientas por mí sea más fuerte que tu miedo, hablamos y por ahí hasta nos podamos querer… te quiero” y lo besó en la frente.
Pero él no reaccionó, no pudo. El miedo era más fuerte que su amor.
Se terminó el café y debajo de la lluvia, caminó.

Gracias por leer.

1 comentario:

Thotila dijo...

Y si, cuando las miradas ya no tienen conexion esta todo perdido.

Saludos