domingo, 24 de enero de 2010

No es soberbia, es Amor.

La miró a los ojos al borde de las lágrimas, la retuvo en la retina, apreció cada mínimo segundo frente a ella, no podía contener la terrible combinación entre odio y amor que sentía por aquella desalmada que ahora venia a decirle que se estaba por casar, por casualidad camino a casa después del mercado la cruzó, y ella lo único que atinó a decir fue: “Me voy a casar…”.
Mantuvo la mirada y recordó cada momento vivido “M… Me alegro, lo único que quiero es que seas feliz.” Tartamudeó, y ella con absoluta soberbia lo miro con un gesto tierno y le dijo “Sabia que podía confiar en vos…”
El odio fue incontrolable y se paró justo frente a ella (era un poco mas alto) y dijo, casi rozándole los labios: “No, no confíes en mi, nunca lo hagas, nunca más.” Ella se estremeció demasiado ante el avance, se le erizaron los pelos, sintió un calor derepente, quedo atontada, y comprendió que él seguía causando lo mismo, que seguía teniendo ese poder sobre ella, pero era muy tarde para volver atrás, ya había fallado y no podía hacer nada para recomponer lo que ella misma había roto, “Ya sé, no te preocupes”.
Él no pudo evitar las pequeñas lágrimas delatoras y giro rápidamente, se alejó rápidamente de ahí, lleno de ira y rencor.
Mientras el se iba ella bajo la cabeza, entre aturdida y triste y se dijo “Chau… Mi amor, siempre te lo dije, Cuidate de mí, pero fui yo la que no se cuido de vos.” Giro y se alejo rápidamente de la esquina, cada uno por su lado, como si esa esquina hubiera sido un pequeño y rápido espejo de recuerdos, un perfecto momento para crecer y decirse “Adiós”.

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