viernes, 18 de junio de 2010

Usted, mi ángel.

No creí que pudiera volver a escribir, lo juro, menos de vos.

Como ahogado, con ganas de gritar, con bronca, con rabia, con insuficiencia corpórea, con el grito en la garganta…
Pero, de repente, sin quererlo, sintió un halo de luz sobre su mirada, en la inmensa oscuridad, sintió aire en sus pulmones, sintió una vieja y conocida sensación…
Ella, con esas enormes alas, con esa sonrisa tan hermosa, con esa cálida sensación de paz que brindaba a veces, lo miró desde lejos, lo apuntó, lo saludó, caminó con él, lo distrajo sin menores intenciones, ni mayores siquiera.
El ángel que él tanto apreciaba, ella con esa hermosa sonrisa y esa paz que brindaba, lo sacó del pozo, le salvó el día.
No se lo dijo, pero por dentro le gritó, con fuerza y lleno de amor: “gracias…”

Gracias por leer.

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