lunes, 21 de febrero de 2011

Nuestra pelea.

En el ring, dependiendo siempre de lo que hagas, nos hacemos lo que acostumbramos a hacer.

Una sonrisa, de las más bellas, de las que ella acostumbra a soltar con desmesura, sin importar si es honesta o fingida.
Una sonrisa maravillosa, de oreja a oreja, con una expresión feliz, y los ojos achinaditos.
Una sonrisa hermosamente hermosa, haciendo crecer las facciones de su cara, maximizando su belleza y destruyendo lo poco de él.
Parada del otro lado, sonriendo hacia él, como preparando el mayor de sus golpes.
Él golpeaba levemente los puños con los guantes puestos, miraba al suelo para que ella no le asestara el primer golpe sin que esté preparado.
Él se mordía los labios disimuladamente, mirarla a los ojos iba a ser un gran problema, pero debía de hacerlo si buscaba ganar o pasar airoso.
Él transpiraba sin siquiera salir de su esquina, con sus amigos apoyándolo, mientras ella del otro lado, dejaba de sonreír y transformaba su rostro a una sinceridad agobiante.
Con esta nueva perspectiva el árbitro llama al centro del ring a ambos, él asombrado por el cambio, y ella sin sonrisas.
Una vez en el medio, y tras golpear los puños, después de sonar la campana, mientras la gente emocionada gritaba por la pelea, ninguno de los dos levantó los puños, a diferencia de antes, ninguno se puso a la defensiva, ninguno preparó un golpe…
Ella estaba seria, mirándolo con cierta ternura, él estaba atónito, sin respuesta alguna.
“Sabés que no quiero pelear. Sabés que esto me parece una estupidez, y calculo que también sabés que estuve esperando mucho tiempo por algún buen golpe de tu parte, pero jamás levantaste los guantes, nunca peleaste, no te arriesgaste… sabés que no necesito nenes a mi lado, sabés que quiero un hombre, sabés que necesito soporte, que sufrí muchísimo y estoy harta de todo esto (se saca los guantes sin sacarle la mirada de encima) sabés que no sé si te quiero, que no estoy segura de todo esto, pero quiero que también sepas que me hubiese animado, antes y ahora… que esperé por ese golpe, por ese arrebato tuyo, por ese atrevimiento, por una seña… pero no, y eso me decepcionó (se hizo un silencio enorme en el estadio entero).”
Los dos de frente, él sin palabras, ella sin más que decir… y sonrió levemente, con lágrimas en los ojos. No supo qué hacer, no sabía cómo afrontar esa sinceridad, para él ella era la mujer perfecta, la indicada, pero jamás esperó que tuviese una reacción como ésta, nunca creyó capaz esta situación.
“Te quiero… creo que desde que te vi lo hice, siempre te temí. No era miedo, no, era más bien pánico, qué hacía yo si todo me salía bien, sería suficiente…
Nunca me animé a levantar los brazos, a defenderme siquiera… dejé que hagas, es lo que mejor me salía, y escuchaba, y mientras vivía… (Se quitó los guantes despacio) y se ve que vos siempre lo supiste… se nota que lo intuías, qué idiota fui… Es increíble que ahora te pueda mirar, que ahora pueda mantener la mirada clavada en tus ojos… porque ahora te quiero más quizá.”
Ella se acercó a él lentamente, mientras él temblaba levemente, mientras solo podía dejarla hacer, como lo hacía desde un principio… se paró justo en frente de él y le acarició la cara suavemente y con su pulgar le rozó los labios.
“Estuve dispuesta antes, y lo estoy ahora…” dijo mientras él en lo profundo allá donde solo es sincero con él mismo pensó “Y bueno, caeré de nuevo” Y ella solamente lo besó, mientras la campana sonaba y la gente aplaudía.
¿Quién ganó? Creo sinceramente que quizás hayan ganado los dos.

Quizá debamos ser lo que estamos destinados a ser… ¿No te parece?

Gracias por leer.

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