Se hundió en el pecho la desesperación, la espera era asquerosamente larga, pero entre silencios y soledad entendió todo, por duro que fuera…
Ya no había nada que esperar… y en parte, era absolutamente liberador, y sanador.
Sin esperar más por nada ni por nadie se abrió al mundo y sonrió con lo que amaba.
Y su corazón no se rió más por nada, ni por nadie, por lo menos por un tiempo.
Gracias por leer.
Café frío y Mondoke.
Hace 7 años
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