martes, 22 de febrero de 2011

De o con.

Grises en todas las escalas, colores oscuros, bicicletas bajo la lluvia, charcos sin sacos para que las damas pasen… ¿Sensaciones de mierda o pura depresión de febrero?

No era una lluvia ordinaria, llevaba días así, era como si el cielo desplegara toda su agua para que el resto se moje, para que todo pasara. Salir de algún lugar y no llevar paraguas es de improvisado, es propio de quien no tiene un pensamiento cauteloso sobre el después. Pero nunca le importó porque él amaba el camino bajo la lluvia. Entre la tremenda niebla que su cabeza nublaba y la lluvia que no le permitía ver más allá de los 2 o 3 metros, él caminaba casi como si el mundo no existiera. En las esquinas veía gente cruzando a toda marcha por las calles, autos acelerando para evitar el aguacero, él solo caminaba de manera tranquila, mientras el agua entraba en cada poro de su piel. Vió un par de parejitas escondidas entre los árboles lluviosos y maricones, los vió besarse apasionadamente, ¿Pequeñas promesas o momentos, qué importaba? Era maravillosa la imagen, cuánta envidia sentía de aquellos pequeños. Caminaba, no se detenía, su casa estaba lejos todavía y la lluvia no cesaba, lo mojaba íntegramente, hasta sus zapatillas estaban ya llenas de agua.
En una esquina frenó, y del otro lado de la calle vió una figura (no podía ser) tan familiar, tan cálida, incluso entre la lluvia la reconoció (no, no podía ser…) esperaba que el semáforo cortara para poder cruzarla y quizás de manera “accidental” decirle “hola”, chocarle el hombro o ignorarla, para sentirse mejor (era imposible)
El semáforo se tiñó de rojo, y pasaron, pero no era ella, como era de esperarse…
¿Cuántas cuadras quedaban? Ni la más remota idea, solo sabía que la lluvia estaba espléndida, y que nunca se había sentido mejor.

Gracias por leer.

lunes, 21 de febrero de 2011

Nuestra pelea.

En el ring, dependiendo siempre de lo que hagas, nos hacemos lo que acostumbramos a hacer.

Una sonrisa, de las más bellas, de las que ella acostumbra a soltar con desmesura, sin importar si es honesta o fingida.
Una sonrisa maravillosa, de oreja a oreja, con una expresión feliz, y los ojos achinaditos.
Una sonrisa hermosamente hermosa, haciendo crecer las facciones de su cara, maximizando su belleza y destruyendo lo poco de él.
Parada del otro lado, sonriendo hacia él, como preparando el mayor de sus golpes.
Él golpeaba levemente los puños con los guantes puestos, miraba al suelo para que ella no le asestara el primer golpe sin que esté preparado.
Él se mordía los labios disimuladamente, mirarla a los ojos iba a ser un gran problema, pero debía de hacerlo si buscaba ganar o pasar airoso.
Él transpiraba sin siquiera salir de su esquina, con sus amigos apoyándolo, mientras ella del otro lado, dejaba de sonreír y transformaba su rostro a una sinceridad agobiante.
Con esta nueva perspectiva el árbitro llama al centro del ring a ambos, él asombrado por el cambio, y ella sin sonrisas.
Una vez en el medio, y tras golpear los puños, después de sonar la campana, mientras la gente emocionada gritaba por la pelea, ninguno de los dos levantó los puños, a diferencia de antes, ninguno se puso a la defensiva, ninguno preparó un golpe…
Ella estaba seria, mirándolo con cierta ternura, él estaba atónito, sin respuesta alguna.
“Sabés que no quiero pelear. Sabés que esto me parece una estupidez, y calculo que también sabés que estuve esperando mucho tiempo por algún buen golpe de tu parte, pero jamás levantaste los guantes, nunca peleaste, no te arriesgaste… sabés que no necesito nenes a mi lado, sabés que quiero un hombre, sabés que necesito soporte, que sufrí muchísimo y estoy harta de todo esto (se saca los guantes sin sacarle la mirada de encima) sabés que no sé si te quiero, que no estoy segura de todo esto, pero quiero que también sepas que me hubiese animado, antes y ahora… que esperé por ese golpe, por ese arrebato tuyo, por ese atrevimiento, por una seña… pero no, y eso me decepcionó (se hizo un silencio enorme en el estadio entero).”
Los dos de frente, él sin palabras, ella sin más que decir… y sonrió levemente, con lágrimas en los ojos. No supo qué hacer, no sabía cómo afrontar esa sinceridad, para él ella era la mujer perfecta, la indicada, pero jamás esperó que tuviese una reacción como ésta, nunca creyó capaz esta situación.
“Te quiero… creo que desde que te vi lo hice, siempre te temí. No era miedo, no, era más bien pánico, qué hacía yo si todo me salía bien, sería suficiente…
Nunca me animé a levantar los brazos, a defenderme siquiera… dejé que hagas, es lo que mejor me salía, y escuchaba, y mientras vivía… (Se quitó los guantes despacio) y se ve que vos siempre lo supiste… se nota que lo intuías, qué idiota fui… Es increíble que ahora te pueda mirar, que ahora pueda mantener la mirada clavada en tus ojos… porque ahora te quiero más quizá.”
Ella se acercó a él lentamente, mientras él temblaba levemente, mientras solo podía dejarla hacer, como lo hacía desde un principio… se paró justo en frente de él y le acarició la cara suavemente y con su pulgar le rozó los labios.
“Estuve dispuesta antes, y lo estoy ahora…” dijo mientras él en lo profundo allá donde solo es sincero con él mismo pensó “Y bueno, caeré de nuevo” Y ella solamente lo besó, mientras la campana sonaba y la gente aplaudía.
¿Quién ganó? Creo sinceramente que quizás hayan ganado los dos.

Quizá debamos ser lo que estamos destinados a ser… ¿No te parece?

Gracias por leer.

martes, 15 de febrero de 2011

240. Azul♦

Pronuncia fuerte tu nombre, dicen que si el eco vuelve entonces tu ángel te acompaña.

Alguna lejana pradera, un lugar de ensueño. Nos prometimos tantas veces el cielo o el infinito que hoy el vacío al que nos sometemos nos ahoga.
Años habrán sido de maravillosa compañía, hasta que la panza creció, los niños nos sacaron la pasión, la lujuria, el tiempo. Luchamos por reavivarlo, lo sabemos.
Recuerdo la juventud de nuestro amor, la locura de las primeras veces, las luchas contra la familia y los amigos, recuerdo esa primera vez cargada de emoción, amor y locura, tan suaves, tan enamorados. La noticia de nuestro primer hijo, la emoción de la casa, esos proyectos realizados.
Nunca nada está escrito, ni dicho. Todo lo que soñamos, hoy parece tan lejano aquel pasado maravilloso que nos planteamos y finalmente completamos.
Me gritaste a la cara “No queda nada para vos acá”.

Caminar, sin mirar atrás. Vivir ésta vida, que es una sola. Amar, odiar, enloquecer.

Vean “Blue Valentine”

Gracias por leer.

jueves, 10 de febrero de 2011

Climax; Si el Diablo te compra el alma.

Como si fuera cierto poder hacer estas cosas.

En un ambiente desértico se vió, con aquella figura de frente, ese ente que observaba su reacción. Él la sostenía de la mano, con fuerza y con las manos transpirando la observaba a los ojos con una sonrisa triste.
Ella susurraba un “no” suavecito, mientras lo miraba en un llanto sordo, sin expresión.
Cuantas cosas vinieron a su cabeza, cuantas cosas inútiles, cuantas cosas vacías, recuerdos de nada, de besos que no fueron y abrazos engañosos… (Para él)
Cerró los ojos lentamente mientras ella suplicaba esta vez su tierno “no”, pero lo tenía decidido había algo que no estaba bien, algo no lo dejaba avanzar, un perfume, una sensación, algo de ella no dejaba que él siga, y no era culpa de ella, nunca lo fue… simplemente se cansó de dar a la nada, de esperar en vano, se cansó de no poder avanzar esperando la nada…
La figura le presionó, con la mirada fija.
Abrió los ojos y sostenía la sonrisa… “te amo” le dijo “sabés que es así, hace rato lo hago, y lo sabés… pero no aplico presión, entiendo como son las cosas acá no soy ningún boludo, pero me cansé, no de vos, me cansé de mi en relación a vos, me harté de ser así cuando me acuerdo de vos, o te pienso o te veo, me harté… de escribir boludeces, de pensar incoherencias, de ocupar horas esperando en el teléfono o el celular… podrido estoy de mí.”
Sin sacarle la mirada dijo “me quiero olvidar de ella, de cada detalle, de todo recuerdo… borrala, para mí no existió.”
Desde los talones ella se empezó a borrar, lentamente se fue diluyendo en el aire mientras él le sujetaba la mano y ella con esa sonrisa inanimada le dijo “un gusto haberte conocido” de a poco todo su cuerpo de disolvió en el aire y él sostenía ahora la nada, mientras en el aire resonaba su ultima palabra “…conocido”.
“COBARDE.” Escuchó y volteó, “Cobarde, eso sos, un cobarde… sin escrúpulos ni voluntad, no tenés alma para pelear por lo que amas, no tenés corazón para dejar que desaparezca de esa manera, sos un cobarde, un miedoso, un imbécil sin futuro, ¿borrarla? ¿Eso te parece justo? Olvidarte de todo es la solución, eso pensar, pero tu actitud es repudiable, es asquerosa, es simplemente la actitud de un cobarde… disfrutá ahora de lo que te queda, que es nada, porque si no peleas por lo que querés, entonces vendiste bien tu alma, no te va a servir para nada…” Su enorme reflejo, el de él mismo odiándose por lo que hizo se desvaneció en el aire, y el Diablo le devolvió a la realidad, sacándolo del ambiente desértico, y devolviéndolo al departamento, atónito, sin entender lo que había pasado, y sin un alma al que llorar.
La mañana siguiente se cruzaron como todas siempre en el comedor, ella no sacó la vista de su taza de té, y él no se apartó de la máquina de café… en silencio, entre la multitud de compañeros de trabajo.

Gracias por leer.

miércoles, 9 de febrero de 2011

La innecesaria maquinaria del tiempo.

Creo que si dijera que es como una película, mentiría que no te das una idea…

Se miraron desde lejos, con ese perfume en el aire, casi parecido al de una mañana campestre, pero sin soles en cielo. Se danzaron como si estuviesen en medio de una pista, enorme y prodiga; pensaron en los abrazos que se darían, se besaron más allá del aire, dibujando un trazo de ahí para atrás, o para adelante quizás.
Él cerró los ojos, entre la dulzura de sus caricias, y pudo reflejarse en un futuro que no estaba imaginando, sino viviendo de manera abierta, pero siempre reflejado.
Un futuro raro que no tenia ningún pasado, ni presente actual. Se vio en un futuro reflejado y vacío, quizás de mañana o de un par de horas; comprendió que era el futuro de quien sostenía en sus manos, y él.
Volvió al presente, la máquina del tiempo lo dejó vivir el momento; la miró y le comió la boca como nunca antes.
No era cuestión de un futuro, él lo sabía. Era la noche, el momento, y las ganas de disfrutar sin ninguna preocupación.

Por lo menos pudo ser “la gran noche” de alguien.

Gracias, otra vez.